sábado, 17 de enero de 2015

Friedrich Nietzsche: La Muerte de Dios

De la Gaya Ciencia

EL LOCO. ¿No habéis oído hablar de ese loco que encendió un farol en pleno día y corrió al mercado gritando sin cesar: “¡Busco a Dios!, ¡Busco a Dios!”. Como precisamente estaban allí reunidos muchos que no creían en dios, sus gritos provocaron enormes risotadas. ¿Es que se te ha perdido?, decía uno. ¿Se ha perdido como un niño pequeño?, decía otro. ¿O se ha escondido? ¿Tiene miedo de nosotros? ¿Se habrá embarcado? ¿Habrá emigrado? – así gritaban y reían alborozadamente. El loco saltó en medio de ellos y los traspasó con su mirada. “¿Qué a dónde se ha ido Dios? -exclamó-, os lo voy a decir. Lo hemos matado: ¡vosotros y yo! Todos somos su asesino. Pero ¿cómo hemos podido hacerlo? ¿Cómo hemos podido bebernos el mar? ¿Quién nos prestó la esponja para borrar el horizonte? ¿Qué hicimos cuando desencadenamos la tierra de su sol? ¿Hacia dónde caminará ahora? ¿Hacia dónde iremos nosotros? ¿Lejos de todos los soles? ¿No nos caemos continuamente? ¿Hacia delante, hacia atrás, hacia los lados, hacia todas partes? ¿Acaso hay todavía un arriba y un abajo? ¿No erramos como a través de una nada infinita? ¿No nos roza el soplo del espacio vació? ¿No hace más frío? ¿No viene de continuo la noche y cada vez más noche? ¿No tenemos que encender faroles a mediodía? ¿No oímos todavía el ruido de los sepultureros que entierran a Dios? ¿No nos llega todavía ningún olor de la putrefacción divina? ¡También los dioses se pudren! ¡Dios ha muerto! ¡Y nosotros lo hemos matado! ¿Cómo podremos consolarnos, asesinos entre los asesinos? Lo más sagrado y poderoso que poseía hasta ahora el mundo se ha desangrado bajo nuestros cuchillos. ¿Quién nos lavará esa sangre? ¿Con qué agua podremos purificarnos? ¿Qué ritos expiatorios, qué juegos sagrados tendremos que inventar? ¿No es la grandeza de este acto demasiado grande para nosotros? ¿No tendremos que volvernos nosotros mismos dioses para parecer dignos de ella? Nunca hubo un acto tan grande y quien nazca después de nosotros formará parte, por mor de ese acto, de una historia más elevada que todas las historias que hubo nunca hasta ahora” Aquí, el loco se calló y volvió a mirar a su auditorio: también ellos callaban y lo miraban perplejos. Finalmente, arrojó su farol al suelo, de tal modo que se rompió en pedazos y se apagó. “Vengo demasiado pronto -dijo entonces-, todavía no ha llegado mi tiempo. Este enorme suceso todavía está en camino y no ha llegado hasta los oídos de los hombres. El rayo y el trueno necesitan tiempo, la luz de los astros necesita tiempo, los actos necesitan tiempo, incluso después de realizados, a fin de ser vistos y oídos. Este acto está todavía más lejos de ellos que las más lejanas estrellas y, sin embargo son ellos los que lo han cometido.” Todavía se cuenta que el loco entró aquel mismo día en varias iglesias y entonó en ellas su Requiem aeternan deo. Una vez conducido al exterior e interpelado contestó siempre esta única frase: “¿Pues, qué son ahora ya estas iglesias, más que las tumbas y panteones de Dios?”

La muerte de Dios y el Superhombre

Nietzsche va proponer un ateísmo total, con la consideración de que  solamente a partir de eso el hombre puede seguir pensando en ser libre, llenándose de valores nuevos, que le fue arrebatado por las supersticiones de la religión. Al negar la existencia de Dios, se da primacía al hombre, convirtiéndose el ateísmo en un humanismo. Para Nietzsche decir no a la existencia de Dios es decir sí a la existencia del hombre, al ser humano en el contexto real de su mundo físico e histórico.

De ahí que, lo atribuido a lo divino implica la subvaloración, postergación y supeditación del hombre de agarrarse y dar sentido a la noción del  “más allá”. Es ese condicionamiento del hombre por lo divino que saca al hombre de su vitalidad, de sentirse libre para su autorrealización; el  ser humano es alienado por el poder divino. Nietzsche va destacar mucho que los valores tradicionales representado por el cristianismo someten a las personas más débiles a una moral de esclava, que provocan en ellos más que un estado de resignación y conformismo hacia todos lo que sucede a su alrededor. La línea de Nietzsche va ser que aparezca una moral desde lo más profundo de las personas, que para tal efecto es preciso que el hombre dé su sentencia de muerte a Dios, porque la plena realización del hombre exige, como un acto necesario, que éste mate a Dios, que quite la vida a su propia creación, a esa invención suya que ha representado su más profunda y prolongada alienación.

Entendemos por la muerte de Dios  enfatizada por Nietzsche, de que  los hombres viven desorientados, desamparados,  pues el horizonte último de  que se ha vivido ya no existe y además no existe una luz última que les pueda guiar de modo pleno. Por tanto, ante la experiencia de la  finitud, de vivir desorientados, los hombres serán los que impulsarán para empezar un nuevo modo de vida, un nueva moral promovida desde el hombre y no impuesta por nadie. Así, se puede afirmar que con la muerte de Dios podemos vivir sin los absurdos, sin las imposiciones y banalidades. En tanto,  la muerte de Dios es la condición para la aparición del superhombre, para imponer nueva vitalidad y la de imponer la libertad robada por la religión, que atenta contra la vida del hombre.

Podemos afirmar más sobre la muerte de Dios, de que  es la situación en que se encuentra el hombre moderno. Esto es,  que una humanidad ante el derrumbe de los valores supremo, se queda sin el Dios padre, ante esto el hombre considera la vida absurda. Lleva al hombre a adorar otros dioses como: la racionalidad científica, la tecnología.

La muerte de Dios va ser el terreno fértil para preparar el advenimiento del nihilismo, que es la negación total de los valores, es una actitud de resentimiento a la vida, es la actitud del hombre ante la noticia, novedad, de que Dios ha muerto. Con eso aparece la figura del hombre moderno, que Nietzsche considera como último hombre, que es el hombre del nihilismo pasivo, es decir el hombre que no cree en nada, no encuentra sentido a nada.

La superación del nihilismo vendrá cuando el último hombre devenga en el  superhombre y así se supera el nihilismo. Nietzsche ve en el superhombre  la persona capaz de generar su propio sistema de valores, identificándose como bueno todo lo que proviene de su genuina voluntad de poder.

Por eso el superhombre es la figura principal en el pensamiento de Nietzsche,  porque solo él es seguro de sí mismo, independiente e individualista y no se deja llevar por la multitud, al contrario de las personas débiles, sumisas, los cuales  se dejan llevar por  las tradiciones y las reglas establecidas.
El hombre puede recuperar su optimismo, puede salir de la figura del hombre moderno,  cuando acepte la muerte de Dios, para recuperarse a sí mismo. El hombre debe liberarse del “más allá” que es Dios, el fundamento último de la metafísica, porque el hombre es un ser que se supera a sí mismo, que se conoce y puede conocerse a sí mismo.

La muerte de Dios termina siendo como una condición del conocimiento de la voluntad de poder que lleva en sí el hombre, que exige a la vez el conocimiento de la muerte de Dios y viceversa, así el hombre se supera tomando conciencia de la muerte de Dios, mediante esa voluntad de poder.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario